IMPULSO NATURAL
Galería Sextante, Bogotá, 2024
La incursión en los milenarios y misteriosos códigos de la botánica ha marcado la trayectoria artística de Ximena Velasco (Santiago de Chile, 1967). Ella ha transitado por diversas manifestaciones, hiladas mediante una depuración expresiva en coloridas composiciones y alegorías vegetales de la más fina y cuidada estética. En este recorrido ha ido encontrando paralelos gráficos con otros lenguajes, como el de la biología, y con temáticas que han requerido un llamado de atención desde la plástica, como la crisis climática y el derretimiento de los glaciares.
Mas, luego de una residencia efectuada hace dos veranos en la Sierra Nevada colombiana, gracias a una invitación de Galería Sextante, la artista se impregnó de tintes, sabores, texturas y semillas, que hoy afloran en sus telas. También en singulares piezas de cerámica, provocando una conmoción en el universo creativo de la artista, que ahora conjuga instintivamente formas volumétricas y bidimensionalidad. Asimismo, en esta oportunidad reduce la amplia paleta cromática de sus pinturas, acuarelas, collages y técnicas mixtas, para que dialoguen con los tonos neutros y tierra de sus esculturas en gres.
Con el tiempo, su obra ha ido experimentando un repliegue interior, para ir caminando a paso lento y seguro hacia el eterno retorno de las más puras inspiraciones primeras. En procesos que se abren a lo inesperado, a lo que los japoneses llaman wabi sabi, o “la belleza de la imperfección y la simpleza”; lo pequeño
Marilú Ortiz de Rozas
EXPOSICION BOTANICA FRACTAL
Espacio Alonso, Santiago, 2022
Centro de Arte Molino Machmar, Puerto Varas, 2023
Formada en la Escuela de Arte de la Universidad Católica de Chile a fines de los años ochenta, Ximena Velasco es una de las pintoras más destacadas y representativas de su generación.
Tempranamente influida por las enseñanzas de maestros como Eduardo
Vilches, Patricia Israel, Gonzalo Cienfuegos, Hernán Miranda y Samy Benmayor, a lo largo de las décadas esta artista ha sabido recoger y elaborar dicho legado a través de una obra delicada, rigurosa y sensible, y que se manifiesta en los más diversos formatos y técnicas.
En esta ocasión nos presenta una selección de dibujos y pinturas creadas durante los últimos cuatro años, cuyo eje central parece ser el universo de las plantas.
Considerando que el 81,8% de la vida en nuestro planeta es vegetal, Ximena Velasco honra y saluda esa hegemonía por medio de obras en las que su proceso -intuitivo, meditativo, sostenido y experimental- se materializa en imágenes formal y cromáticamente armónicas y sugerentes.
Generosidad y abundancia -además de un alto grado de optimismo y energía positiva- parecen irradiar de toda esta producción reciente de la artista; de este modo, en una suerte de “deconstrucción virtuosa”, nos encontramos con ambientes y escenas en las que se entrecruzan con toda naturalidad lo líquido y lo seco, lo geométrico y lo orgánico, lo gráfico y lo pictórico, los pasajes y las pantallas.
Se advierte en estas obras un constante dinamismo, una actividad visual articulada a partir de la interacción lúdica entre planos opacos y translúcidos, diferentes capas y láminas que, como en un cambio de piel cromático, van generando sobre la marcha acordes virtuosos y tensiones serenas, finas nervaduras encapsuladas, fósiles ambarinos y tejidos imbricados.
Si bien es cierto que la vida de las plantas constituye lo medular en la actual producción de Ximena Velasco, podría decirse que lo que comparece en estas obras no es cualquier sujeto vegetal: estas escenas son protagonizadas, más bien, casi siempre, por plantas pequeñas y frágiles, desprovistas de raíces profundas; estructuras más bien ligeras que flotan suspendidas en un espacio indeterminado, transparente, a veces diurno, a veces nocturno.
Tal como en la obra de Giorgio Morandi sus botellas, frascos y tiestos evocan la presencia humana, en el trabajo de Ximena Velasco las plantas tienden a adquirir ciertas características que bien podrían sugerir un guiño a nuestros cuerpos y su relación con nuestro entorno. Dicho de otro modo: en sus dibujos y pinturas se manifiesta el lenguaje de la naturaleza filtrado por la espiritualidad humana. Es así como su gran colección personal de semillas, cortezas, hojas, pétalos, tallos y espinas, se va transformando a través de la fragmentación y de la superposición en un eco de la fisiología modular y divisible tan propia de las plantas (y que constituye una de las principales estrategias de subsistencia del mundo vegetal).
Cabe señalar que durante los años setenta y ochenta Ximena Velasco vivió su infancia y juventud fuera de Chile. Esta experiencia nómade y de extrañamiento sin duda que la hizo elaborar su contacto con la cultura y la naturaleza de manera muy especial: suele recordar con gran emoción sus paseos adolescentes recorriendo -siempre cuaderno en mano y en soledad- el East Building de la National Gallery de Washington D.C., las playas de la costa oeste de E.E.U.U. o los alrededores semi-rurales y boscosos de New Haven (en los que eran frecuentes los veranos húmedos y tórridos, las primaveras inundadas por flores multicolores, los otoños de follaje rojo anaranjado, y los inviernos con tormentas de nieve y temperaturas bajo cero).
Ya de regreso en Chile, se integró a la Escuela de Arte de la Universidad Católica, donde de algún modo absorbió la lejana tradición de la línea más lírica y orgánica de la Bauhaus (representada a principios del siglo XX por creadores como Paul Klee, Lyonel Feininger o Georg Muche); en ese sentido, también podrían considerarse fuente de inspiración las obras tardías de Henri Matisse, la gráfica de Jean Arp o los estudios de flores y otros vegetales de Max Ernst. En años recientes se ha ido sumando la influencia de otras colegas notables, entre las cuales podríamos considerar a Hilma af Klint, Barbara Hepworth, Jennifer Bartlett, Julie Mehretu, Jorinde Voigt y Beatriz Milhazes.
Recibamos y celebremos entonces esta “Botánica fractal” de Ximena Velasco, dejándonos llevar por sus vitales campos de color, evocadores de una naturaleza interior altamente refinada, calmante y reconfortante, que nos invita a impregnarnos de sus nutrientes, expandir nuestra imaginación hacia la tierra y el aire, y participar de esa suerte de “trance” que la propia artista parece experimentar cotidianamente en su práctica.
Cristián Silva, noviembre de 2022
EXPOSICION DESHIELO
Sala Arte Contemporáneo, Santiago, 2021
“Romper el hielo” como acto de abrir una zanja en el silencio.
Ximena Velasco rompe el hielo para hablar del deshielo. En esta entrega su quiebre tiene que ver, sobre todo, con la elección del gran formato, que implica un compromiso más arrojado del cuerpo en pinturas realizadas sobre el suelo.
Del ojo riguroso que gobierna la motricidad fina, Ximena pasa al cuerpo que se entrega en el proceso, experimentando con aguadas, chorreos y transparencias. Ya no solo aparece la fragmentación del plano característica de su obra, sino también niveles de capas de distinta profundidad. Buscando descomprimirse –ella y la pintura—la artista apuesta por la potencia expresiva a costa de perder cierto grado de control. Y lo hace metaforizando en la forma y el proceso un fenómeno global y en sí descontrolado: el derretimiento de las capas más profundas de la Tierra que han permanecido congeladas durante milenios en lugares polares.
La narrativa secreta de esta obra apela a una serie de investigaciones sobre el Permafrost, que es la estructura en sedimentos geológicos superpuestos y acumulados por el tiempo, donde los sustratos más antiguos se convierten en hielo. Estas capas acumulan material orgánico y ambiental era tras era: si se hace un corte transversal puede leerse la antiquísima historia de la humanidad que allí ha quedado atrapada. Y lo que está sucediendo, hace ya décadas, es que el Permafrost se está derritiendo, producto del calentamiento global causado por la excesiva emisión de gases de efecto invernadero, como el CO2. Al ir derritiéndose el Permafrost se libera más CO2, lo que a su vez contribuye al aumento del calentamiento generándose un perfecto círculo vicioso.
Si bien el trabajo de Ximena se ha mantenido apegado a un pensamiento estrictamente visual, no ha dejado de establecer relaciones íntimas con su entorno físico y cultural. Así, la actual pandemia de Covid opera como contexto que permea su quehacer. El vínculo no es azaroso. De hecho, los científicos han comprobado, sobre todo en los hielos de Rusia, que los derretimientos no sólo liberan CO2, sino también virus de epidemias remotas que se mantuvieron sellados por el hielo y que hoy están volviendo a activarse, como el de la Gripe española.
Pero, más allá de sus comentarios a la ciencia, lo que interesa a la obra es traducir en imagen el modo en que estos procesos ambientales transforman visualmente el paisaje.
II
El trabajo de Ximena tiene mucho de obsesivo, de repetir patrones. Su visualidad es homogénea y reconocible: una y otra vez experimenta las combinaciones de figuras como si fueran números que articulan fórmulas matemáticas sobre la superficie del cuadro.
La suya es una obra que se ha sostenido en los códigos de la abstracción, independiente de modas y tendencias. Ximena se vinculó a ese lenguaje desde su adolescencia, cuando viajaba al Museo East Wing de Washington D.C., para pasar el día entero contemplando –y a veces copiando en una croquera—las pinturas que más le gustaban de los maestros del siglo XX. Especial atracción ejercían sobre ella los representantes del expresionismo abstracto norteamericano.
Ximena creció en Estados Unidos y durante su adolescencia estuvo internada en un colegio de excelencia académica, donde la enseñanza artística tenía mucha importancia. Fueron años de experimentación, euforia, descubrimientos e introspección, porque estaba distanciada de sus afectos. Esta situación formativa le permitió ir configurando su identidad de artista, no sólo por su estrecho contacto con la práctica y la historia del arte, sino también porque su desarraigo fue un espacio liberado de condicionamientos sociales. Mientras su entorno cercano estaba comprometido con los afanes del mundo y la política, ella era la niña abstraída por las formas y los colores.
Y si la lengua se le cruzó entre dos idiomas y la identidad se le partió entre dos nacionalidades, hubo un lenguaje que desde el comienzo unificó todo: fueron las imágenes abstractas que unidas, compuestas y articuladas configuraron su idioma universal.
III
Esta elección de lo abstracto está directamente vinculada a su interés por los fenómenos de la naturaleza. Los múltiples planos que se yuxtaponen en sus composiciones pictóricas exploran situaciones que ocurren en el entorno vivo, relacionando lo micro y lo macro, lo lejano y lo cercano, lo visible y lo invisible. Es una obra que concibe la naturaleza como un modelo geométrico y la traduce a un código personal. Si uno mira un copo de nieve en un microscopio descubre su estructura de rigurosa simetría. Es esa perfección matemática de la que hablaba Euclides, que está allí afuera en el mundo, con sus leyes precisas de forma y combinación, la que ella interpreta y reformula en su trabajo.
La abstracción, de este modo, es un código que se apega con natural honestidad a los problemas y preocupaciones que la animan. Obra más fenomenológica que discursiva –pues no hay una historia que contar, una causa que defender o una idea de la que convencer– se presenta como sistema complejo de formas interrelacionadas.
IV
El lenguaje abstracto como apuesta puramente visual pone en crisis la lógica del relato para ubicarse en la curiosidad del observar, de hacerse preguntas y dejar que los fenómenos hablen por sí mismos. Es un trayecto de ida y vuelta entre el ojo y la intuición. La autoridad de la razón aquí queda suspendida, las jerarquías se descuadran. En la obra de Ximena Velasco múltiples elementos dialogan en igualdad de condiciones sin que ninguno reclame un lugar central. Como en el gran teatro de la naturaleza, las imágenes están ahí, se ofrecen a la mirada, abiertas a múltiples lecturas.
V
La repetición de patrones que se encuentra en la naturaleza –la estructura de fractales– llega a la obra de Ximena como método compositivo y gesto performático. Ella dice que el ademán repetitivo de dibujar la conduce a un estado parecido al trance. Es, otra vez, una fuga, una limpieza de la cabeza. Este estado se encarna en la corporalidad: la artista es una corredora que atraviesa rutinariamente 11 kilómetros de ciudad, casi siempre en ayunas. Esta práctica de correr con el estómago vacío, de repetir el movimiento de las piernas, de respirar rítmicamente, suele ser previa a la entrada a su taller. Cuando los pensamientos invasivos se aplacan, se abre el espacio de la imaginación como un estado de lucidez y claridad. Repetir un gesto corporal para expresar lo que se repite en la naturaleza: Ximena es parte de sus cuadros.
Catalina Mena L.
EXPOSICION MUTACIONES
Sala Gasco Arte Contemporáneo, Santiago, 2013.
Mutaciones con reparto de estrellas
Una gran obra de teatro con múltiples escenas, interpretadas por los mismos actores, pero cuyos maquillajes, vestuarios y decorados van variando de una a otra, es lo que presenta Ximena Velasco en esta muestra. La ha bautizado “Mutaciones” justamente porque en esa operación plástica cada objeto, cada pieza de esta dramaturgia que se inspira en los más simples elementos de la naturaleza, adquiere una nueva connotación visual, una nueva presencia. Una piedra corroída por el mar, un pistilo de magnolio, el corazón pulposo de una fruta, un fragmento de alga, ramas, musgo, sedimentos arbóreos, son las figuras protagónicas de esta obra, pero ellas, pudorosas, optan por el anonimato. De hecho, no suelen ser reconocidas, y participan, sobre la tela o el papel, de una obra colectiva donde adquieren significados y significantes conjuntos.
Esta puesta en escena es magnificada en sus grandes formatos, donde las ínfimas figuras adquieren roles estelares y se convierten en estrellas, un Liliput ahora habitado por gigantes, que miramos como si nos introdujeran al ojo mismo del microscopio. Paradójicamente recurren a la elegancia de lo simple, y están escritas en el tono poético de la oda, aquél cuya fuerza no radica en la grandilocuencia verbal sino en la depuración elegíaca de sus valores.
Cada elemento, en “Mutaciones”, se funde dentro de un onírico entorno abstracto, de delicados cromatismo y composición, jugando con la ambivalencia de estas formas, instalándose en el límite de la figuración y la abstracción. Para esta artista, en cuya formación se potencian los aportes de Patricia Israel, su maestra en la Escuela de Arte de la Universidad Católica, y diversas academias de Nueva York e Italia, el sustento conceptual de su propuesta apunta a acercarse a la esencia del ser humano, que radica en su composición morfológica.
La fascinación por la estética propia a la naturaleza, y en particular el universo gráfico de la botánica, son hilos conductores de su obra. La conmovió una exposición de Robert Mapplethorpe, a fines de los 80, en Washington D.C., donde exhibió una serie de fotos de calas en blanco y negro con una fuerte carga de erotismo. Años después, en 2004, comenzó a trabajar con flores y plantas para su exposición “Botanika”.
El artista británico Andy Goldsworthy ha sido otra de sus fuentes de inspiración, con sus instalaciones en plena naturaleza a partir de objetos encontrados a campo traviesa, sujetos mínimos, piezas residuales de la creación, que cobran una nueva vida en sus deslumbrantes obras.
Hasta hace unos años Velasco había abordado estas temáticas desde la pintura, sin embargo, tras una residencia en la School of Visual Arts de Nueva York en 2011, que la llevó a reencantarse con el trabajo manual, incorpora el collage y el dibujo. Ximena Velasco no ceja en la experimentación, y en esta exposición de Sala Gasco, su octava individual, incluso procesa imágenes de venas interiores del cerebro, que se asemejan y parodian las raíces de un árbol, y que ella traspasa manualmente a la tela o el papel.
Esta comunión de formas humanas y terrestres se plasma en ocho pinturas de gran formato, y quince obras en papel, las que no acostumbra a titular, para no reducir el campo semántico, para no impedir que estas presencias cobren nuevas “Mutaciones” o “Metamorfosis” -el título de su muestra anterior-, en las mentes de los espectadores. Y, porque dentro de una cosmovisión donde se hermanan las biologías del reino animal y humano, del cielo y de la Tierra, donde toda muta, cambia y se transforma, a cualquiera podría pasarle lo que le sucedió al protagonista de “La Metamorfosis” de Kafka: “Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana, después de un sueño intranquilo, se encontró en su cama convertido en un monstruoso insecto…”
Marilú Ortiz de Rozas